La robótica futbolística ha ido imponiendo un fútbol de pura velocidad y mucha fuerza, que renuncia a la alegría, atrofia la fantasía y prohíbe la creatividad. Por suerte todavía aparece en el césped, aunque sea de vez en cuando, algún jugador descarado que se sale de la estricta táctica y comete el disparate de gambetear a quien le sale al paso.
Pocas cosas proporcionan tanto placer en el fútbol como marcar un gol, hacer un pase incisivo o dejar clavado a un contrario con un regate; sin embargo, los momentos más grandes para hinchas y jugadores se producen cuando algún futbolista destapa el tarro de las esencias y hace algo inesperado como un toque genial, un regate inteligente, un pase medido o un remate innovador.
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